martes, 27 de noviembre de 2007

CAPITULO 4

¿ Dónde has aprendido todas esas cosas Don ? Sabes tanto... o a lo mejor
yo creo que lo sabes. No. Sabes mucho. ¿Es todo fruto de la experiencia ? ¿
No recibiste ningún adiestramiento formal para llegar a ser Maestro ?
- Te dan un libro para que lo leas.
Colgué de los cables un pañuelo recién lavado y miré a Don.
- ¿ Un libro ?
- El Manual del Salvador, una especie de Biblia para maestros. Por ahí tengo
un ejemplar, si te interesa.
- ¡ Sí ! ¿ Dices que se trata de un libro corriente que te enseña ?
Hurgó un poco en el compartimento del Travel Air y sacó un volumen de
pequeño formato, forrado con un material que parecía gamuza.

Manual del Mesías,
Recordatorios para el Alma
Evolucionada

- ¿ Qué cuento es ése del Manual del Salvador ? Aquí dice Manual del
Mesías.
- Bueno, eso.
Empezó a recoger los cacharros dispersos alrededor de su avión, como si
pensase que era hora de proseguir viaje.
Hojeé el libro, que consistía en una colección de máximas y párrafos
breves.

Perspectiva :
Utilízala y Olvídala.
Si has abierto esta página,
olvidas que lo que sucede
a tu alrededor no es real.
Piensa en esto.
Recuerda de dónde has venido,
a dónde vas, y por qué provocaste
el desbarajuste en el que te has metido,
para empezar.
Recuerda que tendrás una muerte horrible.
Todo depende del buen entrenamiento,
y la disfrutarás más si no pierdes de vista
todos estos detalles.
Sin embargo, debes tomarla
con un poco de seriedad.
Las formas de vida menos avanzadas
no entienden generalmente que marches riendo
al patíbulo, y te menospreciarán
por loco.

- ¿ Has leído esto acerca de la pérdida de perspectiva, Don ?
- No.
- Dice que tendrás una muerte horrible.
- No es inevitable. Todo depende de las circunstancias y de la forma en
que resuelvas apañarte.
- ¿ Tu tendrás una muerte horrible ?
- Lo ignoro. ¿ No te parece que sería un poco absurdo, ahora que he dejado
el oficio ? Bastará una discreta y modesta ascensión. Lo decidiré dentro de
pocas semanas, cuando termine lo que he venido a hacer.
Le reproche que bromeaba, como acostumbraba a hacerlo alguna que otra
vez, y no imagine entonces que lo de las "pocas semanas" fuera en serio.
Volví a la lectura del libro y comprobé que se trataba realmente de los
conocimientos que necesitaría un maestro.

Aprender
es descubrir
lo que ya sabes.
Actuar es demostrar que
lo sabes.

Enseñar es recordarles a los demás
que saben tanto como tú.
Sois todos aprendices,
ejecutores, maestros.
Tu única obligación
en cualquier periodo vital
consiste en ser fiel a ti mismo.
Ser fiel a otro ser o a otra cosa
no sólo es imposible,
sino que también es el
estigma del falso
Mesías.

Los
interrogantes más sencillos
son los más profundos.
¿Dónde has nacido ? ¿Dónde esta tu hogar ?
¿A dónde vas ?
¿Qué haces ?
Plantéatelos
de tiempo en tiempo,
y observa como cambian
tus respuestas.

Enseña mejor
lo que más necesitas
aprender.

- Te veo muy callado, Richard - comento Shimoda, como deseoso de
entablar conversación.
- Sí - respondí, y continué leyendo. Si este era un libro escrito
exclusivamente para maestros, no quería soltarlo.

Vive
de manera tal
que nunca te avergüences
si se divulga por todo el mundo
lo que haces o dices...
aunque
lo que se divulgue
no sea cierto.

Tus amigos
te conocerán mejor
en el primer minuto del encuentro
que
tus relaciones ocasionales
en mil
años.

La
mejor forma
de rehuir la responsabilidad
consiste en decir : "Tengo
responsabilidades".

Noté algo extraño en el libro.
- Las páginas no están numeradas, Don.
- No - respondió - basta con abrirlo y encuentras lo que estés buscando.
- ¡ Un libro mágico !
- No. Puedes hacerlo con cualquier libro. Incluso con un periódico viejo, si
lo lees con suficiente atención. ¿ No has fijado nunca algún problema en tu
mente y has abierto luego cualquier libro que tengas a mano para observar
lo que te dice ?
- No.
- Bien, inténtalo alguna vez.
Lo intenté. Cerré los ojos y me pregunté qué me sucedería si seguía junto a
aquel extraño individuo. Era divertido estar con él, pero no podía librarme
de la sensación de que, dentro de no mucho tiempo, le ocurriría algo nada
regocijante, y no quería estar cerca cuando pasara. Pensando en eso, abrí el
libro con los ojos cerrados ; volví a abrirlos y leí :

La criatura estudiosa
que llevas adentro,
el travieso ser espiritual
que encarna tu auténtica personalidad ,
te guía por la vida.

No vuelvas la espalda
a los futuros posibles
antes de estar seguro de que no tienes
nada que aprender de ellos.
Siempre gozarás de libertad
para cambiar de idea
y elegir otro futuro,
u otro
pasado.

¿Elegir otro pasado ? ¿ Literal o figuradamente, o qué quería decir ... ?
- Creo que estoy un poco mareado, Don. No sé cómo podría asimilar estas
lecciones.
- Con práctica. Un poco de teoría y mucha práctica - respondió -.
Necesitarás aproximadamente una semana y media.
- Una semana y media.
- Sí. Convéncete de que conoces todas las respuestas, y las conocerás.
Convéncete de que eres un maestro y lo serás.
- Nunca he dicho que quisiera ser un maestro.
- Es cierto - asintió -. No lo has dicho.
Pero conservé el manual, y no me pidió que se lo devolviera.

CAPITULO 3

Tropeles y hervideros y multitudes de gente, torrentes de seres humanos
precipitándose hacia un hombre colocado en el centro del
torbellino. Después, la muchedumbre se convirtió en un pcéano capaz de
ahogarle, pero él, en lugar de ahogarse, marchó sobre las aguas, silbando,
y desapareció. El océano de agua se trocó en otro de hierba. Un Travel Air
4000 blanco y dorado bajo para posarse sobre la hierba. El piloto salió de la
carlinga y desplegó un cartel de tela con la inscripción : VUELE - 3
DOLARES - VUELE.
Eran las tres de la mañana cuando me desperté.
Se interrumpió el sueño y lo recordé todo y por alguna razón me sentí
feliz. Abrí los ojos y la luz de la luna me mostró el enorme Travel Air
posado junto al Fleet. Shimoda estaba sentado sobre sus mantas
enrolladas, en la misma posición en que le vi la primera vez, con la
espalda apoyada contra la rueda izquierda de su avión. No es que le viera
claramente. Pero notaba que estaba allí...
- Hola, Richard - dijo parsimoniosamente en la oscuridad -. ¿Te ha
explicado eso lo que esta ocurriendo ?
- ¿ Qué es lo que me tiene que explicar algo ?- pregunté, aturdido. Aún
estaba recordando y no atiné a sorprenderme por el hecho de encontrarle
despierto.
- Tu sueño. El hombre y las multitudes y el avión - explicó pacientemente
-. Yo avivé tu curiosidad y ahora lo sabes, ¿no ? Los periódicos se
ocuparon de mí : Donald Shimoda, a quien empezaban a llamar el Mesías
Mecánico, el Avatar Norteamericanao, el mismo que desapareció un día
delante de veinticinco mil atónitos testigos oculares.
Lo recordé. Había leído la noticia en un anaquel de periódicos de una
aldea de Ohio, porque figuraba en primera plana.
- ¿Donald Shimoda ?
- A ti servicio - respondió -. Ahora ya lo sabes, de modo que no tendrás
que devanarte los sesos preguntándote quién soy. Sigue durmiendo.
Pensé largamente en eso, antes de volver a conciliar el sueño.
- ¿Puedes hacerlo... ? Yo no creía... Cuando te endilgan una tarea como esa,
la de Mesías, se supone que debes salvar al mundo, ¿no es así ? No sabía
que el Mesías podía devolver sencillamente las llaves, como has hecho tú,
y renunciar.
Estaba sentado sobre el carenaje del Fleet y estudiaba a mi extraño amigo.
- ¿ Quieres hacerme el favor de pasarme una llave de dos bocas, Don ?
Hurgó en la bolsa de herramientas y me la arrojó. Tal como había sucedido
esa mañana con las otras herramientas, la que acababa de lanzarme perdió
velocidad y se detuvo a treinta centímetros de mí, flotando como si no la
afectara la gravitación, después de hacer un perezoso giro en el aire. Sin
embargo, apenas la toqué, sentí su peso en la mano y volvió a ser una
vulgar llave de aviación de cromo vanadio. Bueno, no tan vulgar. Una vez
se me rompió en la mano una palanca barata y desde entonces he
comprado siempre las mejores herramientas que había en plaza... Y ésta
era una Snap-On que, como sabe cualquier mecánico, no es una llave para
usar todos los días. Por su precio, podría ser de oro, pero es un placer
empuñarla y puedes estar seguro de que nunca se romperá, cualquiera
que sea el trabajo para el que la emplees.
- ¡ Claro que puedes renunciar ! Puedes renunciar a lo que quieras, si ya no
tienes ganas de hacerlo. Puedes renunciar a respirar si lo deseas - hizo
flotar un destornillador Phillips, sólo para entretenerse -. De modo que yo
renuncie a mi condición de Mesías, y si te parece que me pongo un poco a
la defensiva, tal vez sea porque éste es todavía mi estado de ánimo. Es
mejor que conservar el trabajo y aborrecerlo. Un buen Mesías no aborrece
nada y disfruta de libertad para recorrer todos los caminos que se le
antojen. Bueno, esto vale para todos, por supuesto. Todos somos hijos de
Dios, o hijos de lo que Es, o ideas de la Mente, o como tú quieras llamarlo.
Ajusté las tuercas de la base de cilindros del motor Kinner. El viejo B-5 es
una buena fuente de energía, pero estas tuercas tienden a aflojarse cada
cien horas de vuelo y es prudente adelantarse a los problemas. Menos
mal : la primera tuerca que apreté con la llave dio un cuarto de vuelta, y
me felicité por haber tenido la sesatez de verificarlas en su totalidad esa
mañana, antes de cargar otros pasajeros.
- Bien, sí, Don, pero yo pensaba que el oficio de Mesías era distinto de los
otros, ¿sabes ? ¿Acaso Jesús volvería a clavar clavos para ganarse la vida ?
Tal vez sea simplemente que suena un poco raro.
Reflexionó, tratando de interpretar la idea.
- No entiendo lo que quieres decir. Lo raro es que no renunciara cuando
empezaron a llamarle Salvador. En lugar de pensar en sí mismo al recibir
esa mala noticia, intentó razonar : "Muy bien, soy el hijo de Dios, pero
todos lo somos. Soy el salvador, ¡ pero también lo sois vosotros ! ¡ Vosotros
podéis ejecutar los prodigios que ejecuto yo ! Eso lo entiende cualquiera
que este en su sano juicio."
Hacia calor en el carenaje, pero no sentía la sensación de estar trabajando.
Cuanto más deseo hacer algo, menos lo defino como trabajo. Me
complacía saber que lo que hacía era evitar que los cilindros pudieran
desprenderse del motor.
- Dime si necesitas otra llave.
- No la necesito - respondí -. Y he progresado tanto, desde el punto de
vista espiritual, que tus triquiñuelas me parecen simples juegos de salón
de un alma moderadamente evolucionada. O tal vez un aprendiz de
hipnotizador.
- ¡ Hipnotizador ! ¡ Vaya, eres cada vez más amable ! Pero más vale ser
hipnotizador que Mesías. ¡ Qué trabajo más tedioso ! ¿ Por qué no me
daría cuenta de que iba a ser así ?
- Te diste cuenta - contesté sagazmente. El se limitó a reír.
- ¿ Has pensado alguna vez - continué -, que quizás después de todo no
sea tan fácil renunciar, Don ? ¿ Que a lo mejor no consigues acomodarte
sencillamente a la existencia de un ser humano normal ?
Esta vez no rió.
- Tienes razón, sí - asintió, y se pasó los dedos entre el pelo negro -.
Cuando me quedaba demasiado tiempo en un lugar, más de un día o dos,
la gente se daba cuenta de que yo era un ser extraño. Rozas mi solapa y te
curas de un cáncer, y antes de que transcurrauna semana, ahí estoy,
nuevamente en medio de una multitud. Este avión me mantiene en
movimiento y nadie sabe de donde vengo ni a dónde iré a acontinuación,
lo cual me cuadra muy bien.
- Tu vida va a ser más difícil de lo que piensas, Don.
- ¿ De veras ?
- Sí, nuestra época va claramente de lo material a lo espiritual... y aunque
la marcha es lenta, también es portentosa. No creo que el mundo te deje en
paz.
- No es a mí a quien quieren , sino mis milagros. Y puedo eseñarle a algún
otro cómo se ejecutan : que sea él el Mesías. No le explicaré que se trata de
un trabajo tedioso. Además : "No hay ningún problema que, por su
magnitud, sea ineludible".
Salté al suelo y me dediqué a ajustar con mucho cuidado las tuercas del
tercer y cuarto cilindro. No todas estaban flojas, pero algunas sí.
- Creo que citas al perrito Snoopy, ¿ no es verdad ?
- Cito la verdad allí donde la encuentro, gracias.
- ¡ No puedes evadirte, Don ! ¿Qué harás si empiezo a venerarte ahora
mismo ? ¿ Qué harás si me canso de trabajar en el motor y empiezo a
suplicarte que te ocupes de repararlo ? Escucha, ¡ te daré hasta el último
centavo que gane desde ahora hasta que se ponga el sol si me enseñas a
flotar en el aire ! Si no lo haces, sabré que tengo el deber de empezar a
adorarte, Santo Mensajero Enviado a Aliviar Mi Carga.
Se limitó a sonreírme. Aún no creo que entendiera que no podía evadirse.
¿ Cómo podía saberlo yo y él no ?
- ¿ Disfrutaste del espectáculo completo, como el que vemos en las
películas filmadas en la India ? Muchedumbres en las calles, miles de
manos que te tocan, flores e incienso, tarimas doradas con tapices
plateados.
- No. Antes incluso de conseguir el trabajo preví que no podría soportar
eso. De modo que escogí los Estados Unidos y solo tuve las
aglomeraciones.
Para él era doloroso recordar, y lamenté haber mencionado el tema.
Siguió hablando, sentado en el heno, atravesándome con la mirada como
si yo fuera transparente.
- Quería decirles: Por amor de Dios, si tanto anheláis la libertad y la dicha,
¿ cómo no os dais cuenta de que nada de eso esta fuera de vosotros ? ¡
Decid que lo tenéis y lo tendréis ! ¡ Comportáos como si fuera vuestro y lo
será ! ¿ Es que acaso es tan difícil, Richard ? Pero la mayoría ni siquiera me
escuchaban. Milagros... Así como la gente acude a las carreras de coches
para presenciar los accidentes, así también acudía a mí para presenciar
milagros. Al principio te defrauda, y al cabo de algún tiempo simplemente
te aburre. No entiendo como pudieron soportarlo los otros Mesías.
- Cuando lo planteas en esos términos, pierde un poco de su encanto -
respondí. Ajusté la última tuerca y guardé las herramientas -. ¿ A dónde
iremos hoy ?
Fuimos hasta mi carlinga y en lugar de fregar el parabrisas, Don hizo un
pase con la mano y los insectos que estaban pegados cobraron vida y se
alejaron volando. Su propio parabrisas nunca necesitaba limpieza, claro
está, y ahora sabía que su motor jamás necesitaría mantenimiento.
- No lo sé - respondió -. No sé a dónde vamos.
- ¿ Qué significa eso ? Tu conoces el pasado y el futuro de todo. ¡ Sabes
exactamente a dónde vamos !
Suspiró.
- Sí. Pero procuro no pensar en ello.
Durante un rato, mientras me ocupaba de los cilindros me pude a pensar :
Caray, bastará que me quede al lado de este hombre y no tendré
problemas, no me ocurrirá nada malo y todo saldrá a las mil maravillas.
Pero la forma en que lo dijo - "Procuro no pensar en ello"- me tajo a la
memoria la suerte que habían corrido los otros Mesías enviados a este
mundo. El sentido común ,e ordenó enfilar hacia el sur inmediatamente
después del despegue y alejarme de él todo lo que pudiera.
Pero, como dije, se siente uno muy solo cuando vuela sin compañía, como
yo, y me sentía contento de haberle conocido, de tener sencillamente un
interlocutor que sabía distinguir un alerón de un estabilizador vertical.
Debería haber enfilado hacia el sur. Pero después del despegue me quedé
con él y volamos rumbo al norte y el este, hacia ese futuro en el que Don
procuraba no pensar.