domingo, 23 de mayo de 2010

Porque vive mucha gente infeliz??


Hoy me ha llegado a la mente esta interrogante y me he dicho a mi mismo:

_Es eso posible?

El ser humano cada día me maravilla mas y mas al ver todo
lo que es capaz de hacer, de crear, incluso de manipular y digo si hacemos
tantas maravillas porque no podemos ser felices???

Rebuscando un poco en mi mente y en mis extrañas ideas llegue a una
conclusión: No somos Felices, Porque no queremos Serlo !!

En nuestras vidas hemos obtenido muchas cosas, y normalmente deseamos
todo menos lo que tenemos, tremendo error cometido muchas veces, las
herramientas para ser feliz están ahí mismo, frente a ti y te niegas a verlas.

Muchos Buscan excusas, fulano no me quiere, no tengo tal cosa, no puedo
hacer aquello, pero has pensado en todo lo que puedes hacer?? en todas las
personas que te quieren?? en todas las cosas que puedes hacer??
Creo firmemente que si todos nos detenemos ha hacer un balance de esto
quedaríamos sobrepasados de razones para sentirnos felices y creo que al
momento de ser conscientes de esto, podemos empezar a serlo totalmente.

Suena un poco difícil pero he podido comprobarlo muchas veces, en diferentes
momentos de mi vida. Muchos dirán, pero te vi derrotado en ese momento,
no sentías ganas de vivir, pero si eso es lo mejor de todo!! No importa cuantas
veces seas derrotado sino cuantas veces has tenido la oportunidad de levantarte
y seguir adelante.

Ser feliz no es estar en un estado de felicidad todo el tiempo, sino poder
descubrir cada día, luego de cada derrota que tenemos mil razones para sonreír
contra quizás una sola para llorar. Esto nos hará cambiar la actitud, levantarnos,
trabajar aun mas fuerte y con mucha posibilidad lograremos que lo que
en ese momento nos hizo llorar sea un motivo mas para levantarse luego.

La actitud con la que afrontamos la vida es determinante en todo, debemos
decirnos a nosotros mismo, incluso como obligación, que debemos ser felices
y cuando seamos conscientes de esto, los fracasos se verán mas pequeños
y las alegrías y éxitos servirán para mantener una vida de felicidad total.

domingo, 16 de mayo de 2010

Conocer a los Demas

Muchas personas creen que nos conocen porque han estado a nuestro lado
por mucho tiempo, o porque siente que somos importantes para ellos, pero
que tienes esto de cierto?? es posible conocer a alguien de este modo??

A mi particularmente me molesta escuchar a alguien decir, tu estas de un
modo o estas de este otro, cuando es exactamente lo contrario, piensan que
tienen el derecho de determinar nuestro estado de animo. No seria mejor
preguntar como te sientes?? a decir, porque estas triste??

Es costumbre de muchos juzgar al otro por su apariencia y aunque muchos
ponen cara de derrotados en las situaciones dificiles de la vida a muchos
otros es imposible saber como estan por su rostro, personas a las que yo
llamo teatrales, artisticas o simplemente diferentes.

En mi caso si estoy concentrado mi cara es una, riendo otra, cantando otra,
hablando otra, pensando otra, escribiendo otra, comiendo otra, de tal modo
que es dificil conocer como estoy por este medio, y si esto es en vivo mucho
mas dificil es hacerlo por una foto, me encanta posar para fotos y mis gestos
son muy diferentes en cada una que me tiro, asi que cuando quieras saber
como estoy o como me siento, por favor preguntame.

Todos tenemos situaciones que nos molestan y nos hacen particularmente
diferentes, pero esto no debe ser motivo para molestarnos con nadie,
simplemente debemos comprender que no todos nos conocen cabalmente
y esto debe ser un rato para darnos a conocer, los invito a que se den a
conocer a sus familiares, amigos y colaboradores cercanos para evitar
malentedidos de este tipo, hasta la proxima!!

miércoles, 12 de mayo de 2010

El triangulo del Éxito!!

Hoy me detuve un momento de mi ajetreada labor para chekear mi email y entre tantos correos sin importancia que recibimos cada día vi uno que me llamo mucha la atención el titulo, provenía de un amigo de la infancia con el cual estoy compartiendo un poco recientemente, al llegar a casa me detuve a leerlo detenidamente y note de inmediato que estaba frente a una joya de articulo, hoy lo quiero compartir con todos ustedes!!

La Auto Motivación, La Paciencia y La Perseverancia: El Triángulo del éxito personal.

"Son muchos los llamados y pocos los elegidos".

Jesús de Nazaret



A través del tiempo, de seguro que te has preguntado, ¿Por qué la gente suele empezar un proyecto nuevo que al cabo de un tiempo terminan por abandonar? ¿Por qué se le hace difícil a la gente lograr sus metas en la vida? Pues bien, muchas de las razones de más peso por lo que la gente tienden a no concluir algo ya empezado son:

1- Falta de auto motivación.

2- Falta de paciencia.

3- Falta de perseverancia

Ø Falta de auto motivación: El tiempo nos enseña que la verdadera motivación del ser humano debe salir del corazón humano, de tu corazón, ya que el medio social y competitivo en el que nos desenvolvemos es poco dado a motivar a sus congéneres. Por lo que, en el fondo, tú debes convertirte en tu propio motivador. El éxito empieza cuando empiezas a creer en ti, en tus virtudes y en tu fuerza interior. Colocarse frente a un espejo y decirme a mí mismo: Fulano, tú eres especial. Tú puedes lograrlo. Es una manera sabia de empezar el día.

Ø Falta de paciencia: Vivimos en la era de lo express, todo lo queremos rápido, al sonar de los dedos, en lo que dicen berenjena, en un cerrar y abrir de ojos: la impaciencia humana empuja al ser humano al fracaso. Pasamos años llevando una dieta desorganizada e ingiriendo toda la comida chatarra del mundo hasta afear nuestra figura física, entonces un día, acosados por nuestra carne de plomo, nos inscribimos en un gimnasio en busca de una figura adecuada y al pasar de unos días ya queremos ver resultados positivos, y al no lograr lo que queremos nos desencantamos y dejamos de asistir al gimnasio, escudados de un sinnúmero de excusas. La favorita de la gente es: No tengo tiempo. El aprendizaje de un idioma con cierto nivel de fluidez es un proceso que se toma su tiempo como tantas cosas en la vida. La fuerte competencia del mercado arroja a algunos contendientes desesperados a ofrecer programas tan cortos (menos de 3 meses, menos 6 meses…) que ni ellos mismos creen en su efectividad. No obstante, a través de una buena oratoria y algunas palabras melosas hacen caer a muchos en la trampa, quienes pinchados por la urgencia de iniciar algo y acabarlo express, se dejan embaucar por las ofertas ilusorias. Recurrir a la paciencia es una virtud que siempre nos llevará sostenidos por el camino del éxito.

Ø Falta de perseverancia: Así como una gota de agua cayendo insistentemente en una piedra acaba por hacerle un hoyo, de ese mismo modo logra el ser humano sus metas en la vida cuando empieza a seguirlas y persiste en ellas. Una llama acaba por reducir a cenizas el más grande de los bosques. Hachazo a hachazo el leñero termina por hacer añicos el más grande de los troncos. De este modo, la perseverancia obra a favor del ser humano. Persistir en la meta, ser constante en el objetivo, mantenerse en pie de lucha, no rendirse jamás aunque los otros lo hagan, es lo que en definitiva nos ayuda a tener éxito en la vida.

Capitulo 5

Continuare publicando el libro Ilusiones que tanto me ha gustado y que
se ha convertido en el principal pilar de mi filosofía de vida!!

Bueno no hablare mucho solo les dejo el cap!! que lo disfruten!!

LOS AGRICULTORES del Medio Oeste necesitan buenas tierras para prosperar. Los aviadores errabundos tam­bién. Deben mantenerse próximos a sus clientes. Deben encontrar campos situados a cien metros del pueblo, campos cubiertos de pasto, o de heno, o de avena, o de trigo segado hasta la altura de la hierba; despejados de vacas inclinadas a ramonear la tela del fuselaje; próxi­mos a una carretera; con un portón en la cerca para permitir el acceso de la gente; alineados de manera que el avión no tenga que rozar en ningún momento los tejados de las casas; suficientemente llanos para que el avión no se descalabre al rodar a 75 kilómetros por hora; lo bastante grandes para aterrizar y despegar sin peligro en los cálidos y apacibles días de verano; todo esto, contando con la autorización del propietario para volar por allí durante una jornada.

Pensé en ello mientras enfilábamos hacia el norte un sábado por la mañana, el mesías y yo, viendo cómo los manchones verdes y dorados de la tierra desfilaban serenamente trescientos metros más abajo. El Travel Air de Donaid Shimoda rugía junto a mi ala dere­cha, y su pintura espejeante reflejaba los rayos del sol en todas direc­ciones. Un estupendo avión, pensé, pero demasiado grande para hacer acrobacias con mal tiempo. Puede llevar dos pasajeros, pero también pesa el doble que un Fleet y, en consecuencia, necesita mucho más espacio para despegar y volver a posarse. Yo había teni­do un Travel Air, pero finalmente lo cambié por el Fleet, que puede aterrizar en parcelas pequeñas, mucho más fáciles de encontrar en las cercanías de los pueblos. Con él podía maniobrar en un campo de 170 metros, en tanto que el Travel Air necesitaba 330 o 430 metros. Si te atas a este individuo, pensé, te atas a las limitaciones de su avión.

Y efectivamente, apenas lo pensé descubrí que estábamos rebasando una preciosa pradera aledaña a un pueblo. Una parcela de algo más de 300 metros dividida en dos. Una de las mitades había sido vendida sin duda al municipio y estaba ocupada por un campo de béisbol.

Como sabía que el avión de Shimoda no podía aterrizar allí, incliné mi pequeña maravilla voladora sobre el ala izquierda, mante­niendo el morro hacia arriba y el motor parado, y me zambullí hacia el campo como si realmente llevara yo la pelota. Tocamos tierra algo más allá de la cerca, a la izquierda del campo, y nos detuvimos cuan­do todavía sobraba espacio. Sólo había querido fanfarronear un poco, demostrarle lo que podía hacer un Fleet bien pilotado.

Un golpe a la palanca de gases me hizo virar para volver a remontarme, pero cuando me disponía a despegar vi que el Travel Air se aproximaba para tomar tierra. Con la cola baja y el ala dere­cha levantada, parecía un cóndor majestuoso virando para asentarse sobre el palo de una escoba.

Volaba bajo y muy lentamente, y se me erizaron los pelos de la nuca. Estaba a punto de presenciar una catástrofe.

Un Travel Air no puede pilotarse a menos de 90 kilómetros por hora para aterrizar, porque se caía y termina convertido en chatarra. Pero aquel biplano dorado y blanco se detuvo en el aire. Bueno, no quiero decir que se detuviera literalmente, pero no iba a más de 45 kilómetros por hora: ¡Un avión que se caía a 80, entendedme bien, y que, así frenado en el aire, se posó con un suspiro sobre el césped! Utilizó la mitad, quizá las tres cuartas partes del espacio que yo había empleado para asentar el Fleet.

Permanecí en la carlinga, mudo de asombro, mientras él rodaba hasta donde estaba yo y aparcaba. Cuando desconecté el motor me quedé mirándole tontamente, hasta que exclamó:

-¡Has encontrado un campo estupendo! ¿Cerca del pueblo, eh?

Nuestros primeros clientes, dos chicos montados en una Honda, ya se acercaban para averiguar qué sucedía.

-¿Qué significa eso de «cerca del pueblo»? -grité venciendo el estrépito de los motores que aun reverberaba en mis oídos.

-Bueno está a cien metros de él.

-No, no me refiero a eso. ¿QUÉ ME DICES DE ESTE ATERRIZAJE? ¡En el Travel Air! ¿Cómo has conseguido aterrizar aquí?

Me hizo un guiño.

-¡Magia!

-No, Don... ¡ te hablo en serio! He visto cómo aterrizabas.

Se dio cuenta de que yo estaba conmovido y más que un poco asustado.

-Richard, ¿quieres saber cómo flotan las llaves en el aire y cómo, se curan todas las enfermedades y cómo el agua se convierte en vino y cómo se camina sobre las olas y cómo se posa un Travel Air en treinta y cinco metros de hierba? ¿Quieres conocer la explicación de todos estos milagros?

Me sentí como si me estuviera enfocando con un rayo láser.

-Quiero saber cómo has aterrizado aquí...

-¡Escucha! -gritó a través del espacio que nos separaba-. ¿Es­te mundo? ¿Y todo lo que hay en él? ¡Ilusiones, Richard! ¡Todo en él son ilusiones! ¿Lo entiendes?

No me hizo guiños, ni me sonrió. Fue como si estuviese súbitamente furioso conmigo por no saberlo yo desde hacía mucho tiempo.

La motocicleta se detuvo junto a la cola de su avión. Los chicos parecían ansiosos por volar.

-Sí -fue todo lo que atiné a decir-. Entiendo lo de las ilu­siones.

Los chicos le acosaron al momento pidiéndole un vuelo y a mí me tocó buscar inmediatamente al dueño del campo y pedirle autorización para utilizar el prado.

Sólo hay un modo de describir los despegues y aterrizajes que realizó ese día el Travel Air: decir que parecía un falso Travel Air. Como si fuera en realidad un E-2 Cub, o un helicóptero disfrazado de Travel Air. Por alguna razón, me resultaba mucho más fácil acep­tar que una llave de dos bocas flotara en el aire que mirar impasible­mente cómo su biplano levantaba vuelo, ¡con pasajeros!, a 45 kiló­metros por hora. Una cosa es creer en la levitación cuando la ves, y otra muy distinta creer en los milagros.

Seguía pensando en lo que Don había dicho con tanta vehemen­cia. Ilusiones. Alguien había dicho eso mismo antes... cuando yo era niño y estudiaba magia... ¡es lo que explican los prestidigitadores! Nos advierten cuidadosamente: «Mirad, lo que vais a presenciar no es un milagro; no tiene nada de mágico. Es un efecto, es la ilusión de la magia.» Entonces sacan un candelabro de una nuez y truecan un elefante en una raqueta de tenis.

Con un súbito arranque de lucidez, saqué del bolsillo el Manual del Mesías y lo abrí. En la página sólo había dos oraciones.

No existe

ningún problema

que no te aporte simultáneamente

un don.

Buscas los problemas

porque necesitas

sus dones.

No supe muy bien porqué, pero la lectura de ese texto mitigó mi confusión. Seguí releyéndolo hasta aprenderlo de memoria.

El pueblo se llamaba Troy, y su dehesa prometía ser tan produc­tiva para nosotros como lo había sido el campo de heno de Ferris. Pero en Ferris yo me había sentido seguro y en cambio aquí flotaba en el aire una tensión que no me gustaba nada.

Los vuelos que para nuestros pasajeros eran una aventura sin par en la vida, eran, para mí, una simple rutina, ensombrecida además por aquel extraño desasosiego. Mi aventura era aquel personaje con el que volaba... la técnica increíble con que remontaba su avión y los argumentos enigmáticos que me había dado para explicar lo que hacía.

Los habitantes de Troy estaban tan poco pasmados por el mila­gro del vuelo del Travel Air como lo habría estado yo si a mediodía hubiera oído el repique de una campana del pueblo que llevara muda sesenta anos... Ignoraban que era imposible que sucediera lo que estaba sucediendo.

-¡Gracias por el paseo! -exclamaban.

Y:

-¿Esto es todo lo que hacen para ganarse la vida? ¿No trabajan en ninguna parte?

Y:

-¿Por qué han elegido un pueblo tan pequeño como Troy'?

Y:

-¡Jerry, tu granja no es más grande que una caja de zapatos!

Tuvimos una tarde muy activa. Acudió mucha gente a volar e íbamos a ganar un montón de dinero. Sin embargo, algo empezó a decir, dentro de mí, que nos fuéramos, que nos fuéramos de aquel lugar. En otras oportunidades no he hecho caso de esa voz interior, y siempre lo he lamentado.

Aproximadamente a las tres de la tarde ya había repostado en dos ocasiones, después de hacer tantas veces el viaje de ida y vuelta a la estación de servicio Skelly con dos bidones de veinte litros de gasolina, cuando me di cuenta de que el Travel Air no había llenado su depósito ni una sola vez. Shimoda no repostaba desde antes de lle­gar a Ferris, y ya hacía siete horas, casi ocho, que pilotaba sin poner a su avión una sola gota de combustible ni de aceite. Y aunque sabia que era un hombre bueno, y que no me haría daño, volví a asustarme. Si estiras realmente la gasolina, reduciendo las revoluciones al mínimo y escatimando mucho la mezcla en vuelo, es posible mantener el Travel Air en funcionamiento durante unas cinco horas. Pero no ocho, con despegues y aterrizajes.

Volaba sin pausa, viaje tras viaje, mientras yo vertía la gasolina en el depósito de la sección intermedia y agregaba un litro de aceite al motor. Había una cola de gente esperando turno y él no parecía inclinado a desilusionarla.

Sin embargo, le alcancé en el momento en que un matrimonio, con su ayuda, subía a la carlinga delantera. Procuré parecer tan cir­cunspecto y despreocupado como pude.

-Don, ¿cómo marchan tus reservas de combustible? ¿Necesitas gasolina?

Permanecí parado, junto a la punta del ala, con un bidón de veinte litros, vacío, en la mano.

Me miró fijamente a los ojos y frunció el ceño, atónito, como si le hubiera preguntado si necesitaba aire para respirar.

-No -respondió, y me sentí como un bobo de primaria relega­do al fondo del aula-. No, Richard, no necesito gasolina.

Me fastidió. Sé algo sobre motores de aviones y combustible.

-Muy bien, entonces -le espeté airadamente-. ¿No quieres uranio?

Rió y se distendió en seguida.

-No, gracias. Llené el depósito el año pasado.

E inmediatamente se metió en la carlinga y partió con sus pasajeros, repitiendo el despegue sobrenatural en cámara lenta.

Primeramente deseé que la gente se fuera a su casa; después, que nosotros partiéramos de prisa, con gente o sin ella; y finalmente, que yo tuviera el sentido común necesario para salir de allí solo, sin tardanza. Lo único que quería era despegar, encontrar un gran campo vacío lejos de toda ciudad y sentarme a escribir en mi diario lo que sucedía, tratando de descifrar su sentido.

Permanecí fuera del Fleet, descansando, hasta que Shimoda vol­vió a aterrizar. Me encaminé hacia su carlinga, azotado por la ráfaga de viento que despedía la hélice del potente motor.

-Ya he trabajado bastante, Don. Seguiré viaje, bajando lejos de las ciudades para descansar un poco. Ha sido un placer volar conti­go. Te veré pronto, ¿eh?

No pestañeó.

-Un vuelo más y te acompañaré. Esa persona está esperando.

-Acepto.

El aludido esperaba en un destartalado sillón de ruedas que habían bajado por una rampa hasta el campo. Estaba contorsionado y crispado en el asiento como si se hallara bajo los efectos de una intensa fuerza de gravedad, pero había anunciado su deseo de volar. Había más gente alrededor, cuarenta o cincuenta personas, algunas en sus coches, otras esperando fuera, y todas miraban con curiosidad, preguntándose cómo se las ingeniaría Don para pasar al hombre del sillón a la carlinga.

Él ni siquiera lo pensó.

-¿Quiere volar?

El hombre del sillón de ruedas forzó una sonrisa torcida y asintió con un movimiento lateral de cabeza.

-¡Vamos, hágalo! -dijo Don parsimoniosamente, como si se dirigiera a alguien que hubiera esperado demasiado tiempo entre bambalinas y a quien le tocara entrar en escena. Pensando retrospectivamente, si hubo algo de extraño en el episodio fue la energía con que habló Don. Su tono fue natural, es cierto, pero también imperioso, como si pretendiera que el hombre se levantase y subiese al avión, sin excusas. Lo que ocurrió a continuación se desarrolló como si el hombre hubiera estado fingiendo y hubiese llegado a la última esce­na, después de la cual no había justificación para seguir representan­do el papel de tullido. Pareció una operación ensayada. La poderosa fuerza de gravedad se extinguió, como si nunca hubiera existido, y él saltó del sillón de ruedas, medio corriendo, sorprendido de si mismo, en dirección al Travel Air.

Yo estaba cerca, y le oí.

-¿Qué ha hecho? -preguntó-. ¿Qué ha hecho conmigo?

-¿Va a volar o no va a volar? -dijo Don-. Son tres dólares. Antes del despegue, por favor.

-¡Estoy volando! -exclamó.

Shimoda no le ayudó a subir a la carlinga, como acostumbraba a hacerlo con otros pasajeros.

Los espectadores que se hallaban en los coches se apearon... circuló un fugaz murmullo y después se hizo un silencio atónito. Aquel hombre llevaba once años inmóvil, desde el día en que su camión se precipitó desde un puente.

El individuo saltó al interior de la carlinga como un niño que acabara de echarse encima una sábana para imitar un par de alas, y se deslizó hasta el asiento sin dejar de agitar los brazos, como si fueran un juguete nuevo.

Antes de que nadie atinara a hablar, Don accionó la palanca de gases y el Travel Air surcó los aires, describió una curva sobre los árboles y se remontó como un enloquecido.

¿Es posible que en un minuto coexistan la alegría y el terror?

Se sucedieron muchos minutos así. La gente estaba pasmada por lo que sólo se podía definir como la curación milagrosa de alguien que se la merecía, y al mismo tiempo sentí que, cuando los dos baja­ran, ocurriría algo muy poco grato. La multitud estaba apiñada, a la expectativa, y las multitudes apiñadas se convierten en turbas, que no presagian nada bueno. Transcurría el tiempo. Los ojos taladraban el pequeño biplano, que volaba con placidez absoluta bajo el sol, y se gestaba algo violento, presto a estallar.

El Travel Air trazó algunos ochos perezosos, una espiral cerrada, y luego apareció flotando sobre la cerca como un platillo volante pesado y ruidoso. Si Don conservaba un poco de sentido común, dejaría al pasajero en el otro extremo del campo, volvería a despegar y desaparecería. Seguía llegando gente. Otro sillón de ruedas, que una mujer empujaba velozmente.

Don rodó hacia la muchedumbre, hizo virar el avión para que la hélice quedara apuntando en dirección contraria y desconectó el motor. La gente corrió hacia la carlinga y por un instante pensé que arrancaría la tela del fuselaje para llegar hasta ellos.

¿Fue un acto de cobardía? Lo ignoro. Me dirigí a mi avión, accioné la palanca de gases y tiré de la hélice para poner en marcha el motor. Luego subí a la carlinga, puse el Fleet en dirección al viento y levanté vuelo. Cuando vi por última vez a Donald Shimoda, estaba sentado sobre el borde de su carlinga, rodeado por la multitud.

Viré hacia el Este, luego hacia el Sudeste, y al cabo de un rato descendí para pasar la noche en el primer campo extenso que encontré, con árboles y con un arroyo del cual podría beber. Estaba lejos de toda ciudad.

viernes, 7 de mayo de 2010

El fantasma de Higuey

En mi visita a la feria del libro 2010 me encontre con un libro
que llamo mi atencion, en el pabellon de autores dominicanos
descansaba, El fantasma de Higuey y al mira la resenia de la parte
trasera me encuentro con que es la primera novela dominicana.

Me sorprendio bastante la informacion, ya que nunca en la
escuela ni en la universidad habia escuchado de ella, y me dije
si es asi, es algo que deberia difundirse. Decidi comprarla para
conocerla y la verdad que no tiene desperdicios.

Ya llevo un poco mas de la mitad leida y el autor Francisco Javier
Angulo Guridi, cautiva totalmente con su forma de expresar la
historia que hasta este momento es fenomenal.

Seria interesante ver como esta joya de nuestra literatura se
difunda y se le de el justo valor que merece al ser la primera
novela dominicana.

jueves, 6 de mayo de 2010

La Ilusion!!

Que hermoso es estar ilusionado, sentir que cada vez que piensas
en alguien las mariposas vuelan a tu alrededor y que el batir de sus
alas te llena de paz, sabiduria y amor!!

la ilusion nos hace participes de una vida en al cual, el ser amado es
el principio y el final de todo.

Cuando estamos ilusionados cada vez que planificamos algo, pensamos
en esa persona sumamente especial y buscamos la manera de hacerla
parte de nuestra vida y darnos por entero a su ser!!

Ahora, lo mas duro del mundo es el momento en el cual la ilusion se
desmorona, la esperaza de estar juntos desaparece y la cruel realidad
se presenta frente a ti de la peor manera posible.

Un monosilabo que destruye toda esperanzo, toda ilusion, todo recuerdo
y todo sentimiento de cercania y felicidad que pueda inundar tu ser.
Esto es como la presencia de un Dementor en tu vida, se lleva toda la
felicidad y la esperanza, dejandote dentro un frio que te carcome.

Son embargo, la decision esta en tus mano, deseas sufrir una vida entera o
ser feliz???? decides superar todo obstaculo o quedarte estancado.

la desicion es tuya y de nadie mas!! Las decisiones que tomas hoy, definen
tu futuro, elige Bien!!